¿Cómo ser una fracasada y no morir en el intento?

Sentada en un cubículo, un cuarto frío, haciendo algo totalmente alejado de lo que estudié, me pregunto: "¿esto no debería hacerlo una secretaria? ¿Un organizador de archivos tal vez?" Ya que, estoy aquí, lo empecé y lo tengo que terminar. Personas ocupadas y estresadas a mi alrededor, otras demasiado perezosas, sosas y aburridas de la vida al parecer. En sus caras se refleja la soledad, el inmarcesible paso de los años por su cuerpo, haciendo lo mismo una y otra y otra y otra vez. Repetitivamente. Los miro... "¿así me veré en un par de años?", pienso. 

Una rata en laboratorio. Un conejillo de indias frente a la inyección que le pondrá anestesia y dormirá su cuerpo para soportar las torturas de los experimentos. Una res apunto de ser sacrificada. La gallina expectante por su muerte mientras la sostienen por el pescuezo antes de torcerlo. Así me siento aquí. Inútil, infravalorada, triste. Tantos lugares a los que ir y tuve que escoger venir aquí. Tantas carreras en el mundo y tenía que escoger con la que menos afinidad sentía. Me siento culpable, después de todo no somos más que el producto de las decisiones que tomamos. Si en este punto de mi vida me siento de tal manera, es precisamente, por mis decisiones. Las que he tomado desde que puedo hacerlo por mí misma. ¿No he sido lo suficientemente fuerte, sabia, asertiva, valiente tal vez? No lo sé, probablemente. Pero, ¿de qué sirve el arrepentimiento y la retrospectiva? ¿No debería dejar de lamentarme y empezar a ordenar las cosas desde mi punto de partida actual, (el ahora)? ¿por qué insisto en lamentarme y condolerme de mí misma? Lo cierto es que la mayoría del tiempo estoy evitando mi vida, y la otra parte estoy presente de cuerpo pero no de mente, hibernando, pasando sobre los días como en una burbuja flotante. Teniendo conversaciones por inercia, respirando como acto involuntario, asistiendo a lugares por obligación mientras mi mente levita y dibuja momentos de lo que sería mi vida ideal. No hay vida perfecta, me dicen todos. Lo sé, pero... ¿es esta vida que llevo la que debo soportar? ¿no se supone que hasta la adversidad y el dolor sirven para crecer y te impulsan a seguir? A mí ni siquiera me afecta. Soy inmune al dolor, a la rabia, a la frustración. Soy un ser viviente corpóreo, pero sin alma. Soy incapaz de sentir algo que me haga sentir viva. ¿Qué es sentirse vivo? ¿Alguien se siente vivo en medio de su monótona rutina? Ha de ser que han hecho buenas decisiones: una carrera que les gusta, una persona a la que aman o toleran bastante bien, un trabajo en el que se sienten cómodos. Decisiones, decisiones, decisiones... ¿quien le enseña a la gente a decidir? ¿Por qué no me enseñaron a mí? ¿Cómo se aprende? Sigo tomando malas decisiones, y parece que va a ser así hasta el final de los días. 

"Eres una persona tóxica", "te quejas demasiado y no haces nada"... ¿cómo puedo dejar de ser tóxica? ¿He intoxicado a alguien más sin darme cuenta? ¿Cómo me desintoxico? Tantas preguntas sin resolver, tantas dudas sin saber quien puede esclarecerlas. Mi mente nunca para, nunca descansa. Ideas, ideas, ideas. Palabras, frases, gritos, preguntas. "¿Te puedes callar? ¿Me puedes dejar dormir?" Mi maldita voz no se calla, incluso cuando duermo me atormenta. Me despierta. ¿Qué dice? Nada, me atormenta mi consciencia. "Haz algo, progresa, sé productiva, para de ser tóxica, haz esto, no hagas lo otro, compra esto, mira aquello, ¿con qué lo vas a pagar? no tienes dinero, inútil, inepta, imbécil... fracasada. Fracasada. Fracasada. Fracasada". 

Despierto, tomo agua, lloro, me arrodillo. Perdóname, te he fallado. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Luto.

Carta a un amor perdido

No es amor