No es amor

Protección, es lo que siento en tu pecho. Lujuria, lo que me recorre por dentro cuando te aproximas. Admiración, es lo que me embarga la mirada al observarte... y aún cuando todos esos ingredientes componen el coctel de nuestra relación, estoy en lo cierto al asegurar que no es amor.

Sé que no es amor porque a tu lado no puedo ser quien realmente soy. No me fluye mi lado divertido, como usualmente pasa con el resto de las demás personas. No me dan risa tus bromas. No canto hasta desafinarme ni bailo como se me da la gana delante de ti. No sabes quien soy, lo que me gusta o me hace feliz -o lo sabes y nunca te ha nacido hacerme feliz- no... no lo sabes. No te interesa. No te interesa conocerme y saber mis gustos. No te interesa saber cual es mi color favorito o el sabor de helado que más me gusta. No te interesa mi pasado (y al parecer tampoco mi presente). No te interesa tampoco mostrarte como realmente eres, si es que acaso tienes un lado íntimo... y profundo (que lo dudo). No te interesa saber ni entender mis perspectivas y formas de ver la vida, ni explicarme las tuyas. No me preguntas por qué todo me lo cuestiono, ni tratas de deconstruir ningún comportamiento tóxico. 

Nunca escuchas, solo tú hablas, solo tú importas, solo tus opiniones tienen valor, solo tus juicios son correctos, solo tus vivencias y anécdotas son entretenidas. Yo no existo. Yo quedo anulada. Yo no tengo una personalidad. Yo soy solo una mujer trofeo, una figura decorativa que no puede hablar, preguntar, cuestionar, dudar ni criticar, porque eso no es normal en las personas, eso se llama "cantaleta" y no se debe hacer, especialmente las mujeres no debemos. Porque debemos ser seres inanimados, robots, que nada nos afecte, siempre perfectas, sonrientes y conformes. Siempre a la orden, dispuestas y correctas.

No es amor porque en tus momentos felices nunca te acuerdas de mí. No me tienes presente, no piensas en maneras de alegrarme... por pequeño e insignificante que sea o parezca. No te das cuenta de todo lo que hago para hacerte feliz, sin ningún esfuerzo de que lo sepas, porque no me importa tanto el reconocimiento como el hecho de que sonrías... que algo que yo haya hecho por ti te haga sonreír es motivo de un profundo gozo y jolgorio en mi corazón. Pero no es el caso contigo. Solo me recuerdas en el aburrimiento, en la soledad, en la tristeza. Soy tu plato de quinta mesa, al que llegas durante el banquete después de haber comido la entrada, el plato fuerte, el postre, y unas cuantas más, saciado, desganado, aburrido y cansado. Con cero interés de probar o mirar, pero con ganas de pedirlo para llevar, por si acaso, de reserva, "por si me da hambre después", por si se te antojo para más luego.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Luto.

Carta a un amor perdido